Pinta y pinta y pinta pero no crees, no imagines. Homogeneidad escolar.

Hoy al levantarme he encontrado a mi hijo finalizando una tarea que no había terminado. Estaba pintando una lámina. Me he parado a pensar toda la superficie que habrá pintado en sus años de colegio, creo que no habrá latifundio andaluz con mayor superficie que lo pintado por él. Me temo que está en el proceso de asesinato de su creatividad, cada día dibuja menos, ya no se inventa los comics de antes, eso sí pinta superficies cerradas con los ojos cerrados.

En relación con el proceso de mi hijo, os muestro este precioso relato que he encontrado a  través del Blog de Aníbal de la Torre. Tengo la sensación de que Rodrigo está igual que está alumna, aunque siempre me queda la esperanza de que aparezca una maestra como la segunda y vuelva la creatividad:

La flor roja y el tallo verde

Una vez el pequeño niño fue a la escuela. Era muy pequeñito y la
escuela muy grande. Pero cuando el pequeño niño descubrió que podía ir a su clase con sólo entrar por la puerta del frente, se sintió feliz.
Una mañana, estando el pequeño niño en la escuela, su maestra dijo:
– Hoy vamos a hacer un dibujo.
– Qué bueno- pensó el niño, a él le gustaba mucho dibujar, él podía hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y botes.
Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar.
Pero la maestra dijo: – Esperen, no es hora de empezar, y ella esperó a que todos estuvieran preparados.
– Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar flores.
– ¡Qué bueno! – pensó el niño, – me gusta mucho dibujar flores, y empezó a dibujar preciosas flores con sus colores.

Pero la maestra dijo:
– Esperen, yo les enseñaré cómo, y dibujó una flor roja con un tallo
verde. El pequeño miró la flor de la maestra y después miró la suya, a él le gustaba más su flor que la de la maestra, pero no dijo nada y
comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde igual a la de su
maestra.

Otro día cuando el pequeño niño entraba a su clase, la maestra dijo:
– Hoy vamos a hacer algo con barro.
– ¡Qué bueno! pensó el niño, me gusta mucho el barro. Él podía hacer muchas cosas con el barro: serpientes y elefantes, ratones y muñecos, camiones y carros y comenzó a estirar su bola de barro.
Pero la maestra dijo:
– Esperen, no es hora de comenzar y luego esperó a que todos estuvieran preparados.
– Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar un plato.
– ¡Qué bueno! pensó el niño. A mí me gusta mucho hacer platos y comenzó a construir platos de distintas formas y tamaños.

Pero la maestra dijo:
-Esperen, yo les enseñaré cómo y ella les enseñó a todos cómo hacer un profundo plato.
-Aquí tienen, dijo la maestra, ahora pueden comenzar. El pequeño niño miró el plato de la maestra y después miró el suyo. A él le gustaba más su plato, pero no dijo nada y comenzó a hacer uno igual al de su maestra.

Y muy pronto el pequeño niño aprendió a esperar y mirar, a hacer cosas iguales a las de su maestra y dejó de hacer cosas que surgían de sus propias ideas.

Ocurrió que un     día, su familia, se mudó a otra
casa y el pequeño comenzó a ir a otra escuela. En su primer día de
clase, la maestra dijo:
– Hoy vamos a hacer un dibujo.
– Qué bueno pensó el pequeño niño y esperó que la maestra le dijera qué hacer.

Pero la maestra no dijo nada, sólo caminaba dentro del salón. Cuando llegó hasta el pequeño niño ella dijo:

– ¿No quieres empezar tu dibujo?
– Sí, dijo el pequeño ¿qué vamos a hacer?
– No sé hasta que tú no lo hagas, dijo la maestra.
– ¿Y cómo lo hago? – preguntó.
– Como tú quieras contestó.
– ¿Y de cualquier color?
– De cualquier color dijo la maestra. Si todos hacemos el mismo dibujo y usamos los mismos colores, ¿cómo voy a saber cuál es cuál y quién lo hizo?
-Yo no sé- dijo el pequeño niño, y comenzó a dibujar una flor roja con el tallo verde."

Helen Buckley

En el mismo tema y mediante Víctor Cuevas, he encontrado otro relato que es una crítica fuerte a la homogeneización escolar y un cántico al  valor de  la diversidad:

Cierta vez, los animales del bosque decidieron hacer algo para afrontar los problemas del mundo nuevo y organizaron una escuela. Adoptaron un currículum de actividades consistente en correr, trepar, nadar y volar y, para que fuera más fácil enseñarlo, todos los animales se inscribieron en todas las asignaturas.

Al terminar el año, un anguila anormal, que podía nadar de forma sobresaliente y también correr y trepar y volar un poco, obtuvo el promedio superior y la medalla al mejor alumno.

El pato era estudiante sobresaliente en la asignatura natación. De hecho, superior a su maestro. Obtuvo un suficiente en vuelo, pero en carrera resultó deficiente. Como era de aprendizaje lento en carrera tuvo que quedarse en la escuela después de hora y abandonar la natación para practicar la carrera. Estas ejercitaciones continuaron hasta que sus pies membranosos se desgastaron, y entonces pasó a ser alumno apenas mediano en natación. Pero la medianía se aceptaba en la escuela, de manera que a nadie le preocupó lo sucedido salvo, como es natural, al pato.

La liebre comenzó el cuso como el alumno más distinguido en carrera pero sufrió un colapso nervioso por exceso de trabajo en natación.

La ardilla era sobresaliente en trepa, hasta que manifestó un síndrome de frustración en la clase de vuelo, donde su maestro le hacía comenzar desde el suelo, en vez de hacerlo desde la cima del árbol. Por último enfermó de calambres por exceso de esfuerzo, y entonces, la calificaron con 6 en trepa y con 4 en carrera. 

El águila era un alumno problema y recibió malas notas en conducta.
En el curso de trepa superaba a todos los demás en el ejercicio de subir hasta la copa del árbol, pero se obstinaba en hacerlo a su manera.

Migué Ángel Santos Guerra

Para todos aquellos que os interesan estos temas no dejéis de leer el libro de Miguel Ángel:

 

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5 respuestas a «Pinta y pinta y pinta pero no crees, no imagines. Homogeneidad escolar.»

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