No he podido dejar de leer el artículo de Antonio Solano y voy a tratar de dar mi opinión al respecto.
Antonio acierta de pleno en el hecho de que tuenti (o la red que usen) en la vida de los adolescentes es una extensión más de su vida y, como tal lo viven.
Las redes sociales vienen a ser las plazas, los bares, las reuniones del patio o las quedadas en el parque de antaño. Son un punto más de encuentro de los adolescentes teniendo en cuenta que tratan de compatibilizarlas con lo anterior, que sigue existiendo.
Los adolescentes se muestran en ellas tal y como son, por lo tanto, si los observamos desde una óptica de adulto, no nos va a agradar lo que vemos en la mayoría de los casos: ortografía, comentarios banales, etc… En realidad sus comportamientos no se diferencian mucho de nuestra adolescencia, con la diferencia de que antes nadie podía nos estaba observando con este nivel de profundidad.
Esta problemática viene del hecho, tal y como digo en mis charlas, que actualmente estamos viviendo generaciones distintas con ventanas distintas. Es decir, nuestra generación no tiene el pasado expuesto como parece ser que lo van a tener los adolescentes, tenemos la ventana de la intimidad más grande que ellos y la de la extimidad más pequeña. Estas ventanas distintas nos llevan a juzgarles de muy distinta manera y no nos damos cuenta que en unos años TODOS vamos a tener las ventanas similares y no podemos saber que es lo que pasará. Probablemente convivamos con naturalidad toda esta presencia del pasado.
En lo que no estoy de acuerdo es en la exigencia del derecho al olvido. Nosotros como profesores debemos de enseñar a los menores a vivir en la sociedad que les ha tocado, y, en esta, a no ser que empiece la censura, no se puede evitar que el contenido pueda potencialmente permanecer para siempre en la red. Podemos exigir que haya un mayor respeto por la privacidad, que es uno de los caballos de batalla de internet. Los usuarios queremos ser nosotros los que decidamos que hacemos con nuestra privacidad y las empresas de redes sociales quieren que haya cada vez menos privacidad. Es evidente que a menos privacidad, más movimiento en la red y por lo tanto más ingresos publicitarios.
Tampoco debemos de exagerar y verlo desde un óptica más realista. Los comentarios de los adolescentes van a desaparecer y, por lo general, casi todas sus tonterías y locuras de juventud. Lo que puede ser que permanezca son las conductas inapropiadas: pertenencia a grupos radicales, defensa del maltrato, imágenes inapropiadas, etc… Y evitar este tipo de conductas, es parte de nuestra responsabilidad como padres y profesores. Os podéis plantear un reto: buscar tus entradas en twitter o facebook de hace un año.
Tienes razón en que muchas veces exageramos la trascendencia de los contenidos que cuelgan los jóvenes en la red. Sin embargo, habría que tener cuidado con lo contrario, con su banalización. No es lo mismo un comentario perdido en la marea del tuenti que una foto ofensiva o un vídeo, que pueden pasar a formar parte del historial perpetuo de Google o Youtube. Todos hemos visto cientos de veces esas fotos de jóvenes borrachos que circulan en powerpoints hasta la saciedad. Para eso no hay remedio ya, de modo que habría que pensar la manera de evitar que cualquier imagen no deseada circule sin nuestro permiso por la red hasta la eternidad (si existe ese concepto en internet).
Un saludo y gracias por la mención y por tu comentario.
Hola Antonio.
Llevas toda la razón, el problema es ese tipo de contenido que puede permanecer: fotos desnudos, borrachos, pertenencia a grupos inadecuados, etc… Actualmente la única solución y creo que en el futuro también es la concienciación sobre que cosas podemos publicar y cuales no. La tecnología hace que la reproducción sea fácil y rápida y eso es muy difícil (imposible) de controlar.
Un saludo.
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Coincido contigo en la mayor parte de lo que dices, como ya dejé publicado en un comentario a la entrada de Toni Solano. Queramos o no, la red forma una parte importante de la vida de los adolescentes actuales, y no se trata de cambiar esta situación. Los adultos de mañana serán acaso más permisivos que nosotros ante determinados comportamientos de juventud, pero también habrán tenido ocasión de enmendar posturas o suavizar afirmaciones a medida que vayan creciendo. Nuestro papel: educar en los riesgos y en las posibles consecuencias. Y conseguir que los límites a la privacidad en la red los establezcamos los usuarios y no las compañías.